miércoles, 23 de septiembre de 2015

María Part / Carolina Otero (reseña)

-- una reseña de Tive Martinez, 2015




Dos novedades de poetas valencianas llegan para alegrarme la semana. Ambas por cortesía de Ediciones En Huida y con ilustración de portada bonita de Raquel Eidem.



"Castigo divino el de matarnos los domingos" es el debut de María Part (1989) fuera de los escenarios teatrales donde resulta más habitual. Tiene tablas, María. Y muy buena dicción: sus poemas son ideales para ser declamados o interpretados, dentro de esa temática de amores y desamores cotidianos en la que es fácil caer en la tontería. María lo evita con una voz distintiva, sentido del humor no cargante y dominio de la situación:



Sé que en su día

prometí

que no te volvería a escribir.

Promesas,

como tantas otras,

de las que Ferreiro dice que "no valen nada".

Y es que

cuando a una verdad a medias

le pones acento vigués

se convierte en irrefutable.


protagonista de mis todos

poemas

pajas

frases en servilletas

del último bar en el que compartimos un algo (...)



Resultará interesante leer a María Part en otros registros, que se apuntan en poemas como "Suspenso en ortografía":



Detenerse siempre.

Atenerse a las circunstancias.



Atenerse a las circunstancias

de tenerse siempre.



Aquí

los ojos del lingüista

sólo ven.



-Ven solo-



Caracteres,

quizá carácteres.



Cobardía

e

inconsciencia

a dos espacios

de distancia (...)


Carolina Otero (1977), la autora de "Balada del rímel corrido", también frecuenta los escenarios, en esta ocasión musicales, al frente y junto a bandas como The Someone Elses o Lülla, entre otras. Esto me lo pone a huevo para decir que Carolina tiene carretera a sus espaldas, puesto que es autora de cierto volumen de obra poética y narrativa desde los diecinueve años. La inspiración musical es obvia en las propias citas que anteceden a los poemas, varios de ellos con explícita banda sonora. Por no decir que el prólogo es nada menos que del entrañable Julio Ruiz, uno de los mayores defensores de la escena indie.



Su libro se abre con "Poemas del Cuerpo", cuerpo que siente como frágil ropaje impuesto. En varios momentos la poeta alude a la incomodidad con ciertos rasgos físicos o la necesidad de escapar de sus límites mortales, como buena actualizadora de la temática barroca en torno a la brevedad de la vida, y la juventud en particular. Es el momento en que a una se le revela la incongruencia de ir vestida y maquillada como "princesita", cuando se es toda una "reina de lo tremendo", una "zarina de la hez". Tal vez, Carolina se siente así, "emperatriz de la tragedia", pero sus poemas poseen un humor desdramatizador con el que quita hierro a lo que, en otros temperamentos, amargaría la existencia. La melancolía y la nostalgia, al fin y al cabo, nos embellecen la vida, qué porras.



"Animal" es un intermedio que plantea el deseo como única alegría que burla la maldita rueda del naces-trabajas-mueres. O, al menos, el deseo, con su desconcierto, socava la grisura de los días. La segunda y última parte, "Poemas de la noche", se abre con Patti Smith y se cierra con PJ Harvey (no es Carolina, creo,  de las de "Marry the Night" de Lady Gaga). Poemas sobre la soledad y los bares, territorios en los que abunda la pose, y donde con la oscuridad es difícil distinguir a veces entre los falsos y los verdaderos malditos. Aunque en ocasiones tienten la pistola y la ventana, la compañía de la mejor amiga y unas vacaciones al sol ayudan a escapar de pensamientos fúnebres.



Me ha encantado leer los dos libros, descubrir una nueva voz y confirmar la buena impresión que me dejó el anterior "43 m2". Carolina Otero escribe poemas preciosos como estos:



TRISTE FALDA



Cuánto debes correr

para ser una niña

de nuevo, con cielo en la cara,

lápices de colores

y el pelo revuelto de amor.

Cuántas veces cantaste

para que te dejaran

en aquel patio del colegio

de cipreses machadianos

(vestido: espacio

partido tiempo,

vestido azul y sol naranja),

mirando el éter derramarse

sobre tu triste falda.

Cuánto vale el billete,

barquero amable;

ponga solo la ida

que la vuelta es a rastras.





VARIACIÓN DE UN TEMA ÁRABE



Busco la estrella

que él ha contemplado

mientras fumaba en el balcón,

por si nuestras miradas ciegas

se encuentran. Pero el cielo

de la urbe es turbio café

y, de todas maneras,

creo que aquél prefiere

-el de los ojos de gacela-

su pantalla de ordenador

tan plana, a la noche abierta.


-- "Castigo divino el de matarnos los domingos", María Part (Ediciones en Huida, 2015)
-- "Balada del rímel corrido", Carolina Otero (Ediciones en Huida, 2015)

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